Adviento: entre la esperanza y la renuncia
Un liturgia que no tenga que ver con la vida sería puro ritualismo
Ha iniciado el mes de diciembre. Y, con él, el Adviento, ese tiempo litúrgico previo a la Navidad. Uno y otro han coincidido este año en el primero de Diciembre.
Pero Adviento no es solo preparación para la Navidad. Es un canto de esperanza que hunde sus raíces en la espera del pueblo de Israel a lo largo del Antiguo Testamento. Así como aquel Pueblo esperaba la venida del Mesías, y lo hacía desde la fidelidad, así los cristianos que caminamos en el tiempo, esperamos la venida del Mesías, Jesucristo, pero esta vez cuando retorne por segunda vez en su gloria.
Adviento está marcado por la esperanza y la penitencia, que habría que entender como una esperanza activa y esforzada.
Algunos apuntes sobre Liturgia.
A lo que habría que añadir un detalle nada insignificante. Así como la Fe (y la Religión bien entendida) está ligada a la vida (basta ver cómo en distintas oportunidades musitamos de forma espontánea una oración), así también la Liturgia, bien entendida también, tiene que ver con la vida.
La Liturgia está elaborada en base a textos y símbolos, unos en específico con una trascendencia sin paragón (el núcleo de los sacramentos). Pero no se trata de entrar en un mundo paralelo o un parque temático, sino en una sabiduría enraizada en la Escritura y Tradición de la Iglesia… que debe entenderse como comunidad de Fe y no como supraestructura que busca dominar las conciencias en base al miedo, la culpa y la superstición.
Adviento está marcado por la esperanza y la penitencia, que habría que entender como una esperanza activa y esforzada.
Hay quienes les gustaría usar de símbolos más adaptados a la cultura actual (¿cuál de las culturas actuales?), porque de lo contrario no estarían diciendo nada, sería puro ritualismo. Pero, por otra parte, los símbolos llamados introductorios y explicativos pueden hundir sus raíces en lo permanente de la mente humana y en las referencias de la Escritura. O sea, no solo los textos, sino los símbolos. Era Jung quien hablaba de arquetipos.
Recuerdo cómo, durante el centenario de la muerte de san Juan de la Cruz en 1992, se realizaron estudios en Estados Unidos en esa dirección. El lenguaje simbólico de la Mística (el agua, el fuego, por ejemplo) se presenta de manera plástica en una Liturgia bien elaborada. Lo cual no niega la capacidad de variación y enriquecimiento en base a otros elementos. En ocasiones, esto está restringido por las normas litúrgicas, para evitar “invenciones” y “creatividades” exhibicionistas. De hecho, durante el Barroco (o sea, la post-Reforma y post-Contrarreforma) se dieron excesos de efectismo en la Liturgia, como si se pretendiera cautivar las almas a través de “efectos especiales” de la época que impresionaran por su “pathos”.
…debe tener en cuenta cuestiones tan básicas como el funcionamiento del cerebro humano…
La Liturgia romana ha tenido tendencia a la austeridad. En ocasiones, al boato, como en las misas pontificales (o sea, las que celebran los obispos con toda pompa, en el sentido más respetuoso del término). Alguna corrección se dio con la introducción de las lenguas vernáculas y la música sacra según el contexto cultural. En el caso de África, hasta con la danza luego de la celebración litúrgica, con la participación entremezclados de laicos, sacerdotes, religiosos y obispos, en un ruedo celebrativo.
Más, por muy adaptada que sea la música a los contextos culturales, debe tener en cuenta cuestiones tan básicas como el funcionamiento del cerebro humano. La frecuencia de las ondas cerebrales cuando se está en un contexto de oración, son distintas a cuando alguien se siente perseguido, está en una guerra, en el cine o trabajando en una siderúrgica. Lo que resulta tan básico que la Liturgia inculturada africana, que introduce su percusión propia, manifiesta un sosiego y serenidad reconocibles desde otras lenguas y culturas.
Ello no implica, si se sabe desenvolver, celebraciones monótonas. El acompañamiento de la música tiene distintos momentos en la celebración, con lo que se puede imprimir ritmos, texturas y tonalidades diversas. No siempre un “rock cristiano” es el ritmo adecuado para una misa. Pero un “rock cristiano” o una “salsa cristiana” pueden ser insustituible a la hora de un festival musical o para crear un ambiente festivo al inicio o durante un encuentro de jóvenes, dependiendo, por supuesto, del motivo de este. O un festival musical donde se exhiban canciones inéditas. O en una actividad para recoger fondos en favor de la parroquia o una actividad caritativa.
Regresando a la vida y a la espera
La Liturgia, que está marcando este tiempo previo a la Navidad, permea de manera característica todo el tiempo y la vida. Más allá que se advierta sobre su uso comercial en otras latitudes, conseguimos su marca en casas, hogares y trabajos. Podrá tener símbolos cristianos explícitos o implícitos. Pero ahí está. Y con ello su trasfondo.
Puede plantearse si no se trata de un recurso a la fantasía, a vivir un periodo ligado a los cuentos e historias que nos conmovieron en la infancia. Podría ser. Sería una reacción ante el sin sentido de la vida. No deja de ser interesante la pregunta.
Aunque, si el Adviento se vive desde y como en Venezuela, la espera y la esperanza son un salvavidas. Ante la violencia del entorno, y la impotencia para enderezarlo, no queda otra cosa que la obstinada esperanza. Esa que, según el francés Charles Péguy, era la hermanita menor de la Fe y el Amor, pero que en tiempos como los actuales arrastra a ambas para que no desmayen en el camino.
Los tiempos han sido arduos. Vistos desde la trascendencia de la Fe (o sea, no como una práctica aislada en la vida), ha ocurrido toda una purificación de la misma, como lo expresaría un místico como san Juan de la Cruz. Se descubre que humanamente no hay donde apoyar la vida sino solo en el Dios vivo, cuya misteriosa presencia acompaña en estos momentos.
Se parece en algo a la fe de los cristianos de Alepo, que fueron azotados por la guerra y bombardeos. Me recordaba el misionero chileno en Siria, el padre Miranda, a mediados del 2015 en una entrevista radial, cómo acudía la gente a diario a misa, con la confianza puesta en Dios. Una actitud que reflejaba una serenidad que chocaba brutalmente con la realidad del entorno.
En Venezuela es imposible renunciar a hacer el esfuerzo por sobrevivir un día más. Pero eso no basta. Se busca y espera un país mejor. Se espera en Dios. “¿A dónde te escondiste, Amado mío…?” diría san Juan de la Cruz. Pero se espera en Él para apoyar en Él las propias fuerzas, no para esperar que Él resuelva todo mientras aguardamos de forma pasiva su intervención.
Apoyar las fuerzas en Él es alimentarlas también de Él. Donde la convicción de la Fe se apoya en la fidelidad a su Voluntad de hacernos hermanos y comportarnos como tal. Que tiene que ver también, por supuesto, con la movilización ciudadana.
Es curioso el motivo que me ha impulsado a escribir estas líneas. Fue a partir de una hermosa, aunque austera escena: una amiga médica de un grupo de fotógrafos envió un hermoso video. Allí ella estaba con vestimenta deportiva negra y sentada en el suelo de su espaciosa casa. A su lado estaba tendido un grandioso perro de un espectacular pelambre negro. Ella frente a un bongó y, a corta distancia, un Niño Jesús de gran tamaño. Ella, con una Tablet en su mano, acompañaba con su canto y el tambor la música del Tamborilero.
Que el ritmo del tambor acompase nuestra marcha en Fe, Esperanza y Amor hasta conseguirnos con la epifanía de Dios hecho hombre.