Ante un centenario más de la ciudad de Caracas, urge alguien que la piense

Alfonso Maldonado
4 min readJul 24, 2024

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Se acerca el día de Caracas. Es tradicional escuchar en la radio distintas recomendaciones o “regalos” que se le quieran dar a la ciudad. Esto se une a las consideraciones que uno descubre en los ratos cuando me ha tocado estar caminando por la ciudad.

Creo que cuesta un poco (o bastante) caer en cuenta del momento que vivimos. Además de la inestabilidad política y el problema de la desinversión, la ciudad va dejando de ser “de paquete” y comienza a sufrir de longevidad. Lo propio de los años cincuenta había sido la expansión urbanística y transformación de los espacios urbanos. Cosa que no ocurre en la actualidad. Más bien, los espacios envejecen, las estructuras se van haciendo obsoletas y comienzan a aparecer nuevos usos a viejas construcciones.

Además del declive en la tasa de natalidad en occidente, las nuevas tecnologías hacen que no sea necesario de grandes galpones para hacer lo mismo que estos hacían. Industrias y edificaciones tienen menos clientes, sea por la situación económica, sea por la emigración.

En Santa Mónica, donde hago mi vida, veo como las quintas casi que señoriales de antes se van quedando obsoletas. No solo por viejas, que podrían ser sustituidas, sino porque no se vive en espacios tan grandes como los de antes ni las familias son tan numerosas. Si la solución lógica de hace 30 años hubiera sido pensar en remodelaciones o demoliciones, esa no es la situación actual.

El Paraíso es una zona que, salvando los detalles y diferencias, sufrió una transformación sin rumbo fijo. En lo personal me parece poco reconocible la mejor urbanización de Caracas de principios del siglo XX. Es cierto que no puede subsistir de manera anacrónica formas de antes, pero creo que la planificación y racionalización deben ser el norte.

Una de las cosas que se puede ver en Santa Mónica, que no debe ser único, es la aparición de casas que se van transformando en talleres y afines. De un tiempo para acá, quizás para bajar la posibilidad de cierto inconformismo por la contracción económica y que desencadenasen en protestas, se abrió la posibilidad de hacer uso como lugares de trabajo lo que eran las adyacencias de las viviendas, en zonas residenciales. No me parece que haya sido por ayudar a las libertades, sino para crear una compuerta de aliviadero que hiciera que los vecinos se las ingeniaran, se pelearan entre sí y el Estado no fuese salpicado.

Dado que Venezuela está entrando en una fase postpetrolera, las crisis internas de todo tipo, las nuevas tecnologías y nuevas economías, parece necesario un think tank, o laboratorio de ideas, que reflexione y reseñe los problemas en orden de urgencia, sin improvisar soluciones. Pues de lo contrario el caos tomará contradictoriamente el control del futuro. Ni Roma, ni Madrid, ni París pudieron ni han querido sustituir sus viejas edificaciones por nuevas, por más de que la estética haya mejorado. Si las ciudades alemanas lo hicieron, fue porque hubo una guerra en medio que redujo a escombros las ciudades.

Asumir en serio el reto de la ciudad que nos llega y la que vamos a entregar es prioritario. Es crucial que no se deforme ni pierda su personalidad, sin que viva de nostalgias poco prácticas y operativas. La organización y estética son formas de apropiarse del entorno y reducir el sentido de agresividad que subyace al desafío de conservar la vida (de ahí la importancia de que las instituciones funciones, tanto como las infraestructuras y servicios.

Quisiera ir concluyendo con una anécdota. El pasado 21 de mayo pude estar siete días entre Bogotá y Medellín. Aun cuando ciertas comparaciones puedan ser odiosas y simplistas, sí quisiera dejar constancia de dos impresiones.

Lo primero es que Colombia, al no haber sido un estado petrolero, cualquier transformación fue mucho más gradual. Así que se puede admirar el metro de Medellín o las conexiones del Transmilenio junto con el proceso paulatino de conservar e innovar, como pueden ser los nuevos edificios de la Pontificia Universidad Javeriana. Esto no omite los desafíos de la sociedad colombiana en torno a la desigualdad, la pobreza o la pacificación. Pero resalta un manejo tanto de lo nuevo como innovación, como de lo viejo o antiguo como conservación, sin deformar, aunque se transforme, el paisaje urbanístico.

Lo segundo, es el esmero por cuidar la parte estética inclusive al interno de los espacios. Puede que, al ser sobreviviente de un incendio en mi edificio (no por quemaduras, sino porque quedé atrapado junto con otras cuatro personas más y salimos cuando los bomberos controlaron el fuego), me fijaba en las normas de seguridad y equipos de emergencia, como camillas y extintores, entre otros. Son cosas que tienen que estar vivibles y a mano, sobre todo en aeropuertos y metros. Lo que me llamaba la atención era la disposición, que no creaba ruidos en relación con la disposición arquitectónica (de diseño artístico) de los espacios. Eran elementos que se integraban a la decoración, por decirlo de algún modo. En Venezuela las mangueras y extintores están colocados y señalizados como si todas las construcciones fueran galpones industriales.

Termino deseando a Caracas lo mejor. Ello implica la interacción ciudadana, así como como la presencia institucional. Ello implica una interacción creativa y bidireccional entre gobierno y sociedad civil, lo que se llama gobernanza. Los espacios para pensar, discutir y proponer son necesarios de tomar en cuenta. De lo contrario solo será necesarios multiplicar la cantidad de árboles para que cubran la desnudez de la ciudad.

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Alfonso Maldonado

Escritor. Enseñante de teología. Locutor. Fotografo. Defensor de los DDHH. Y, last but not least, sacerdote. VENEZUELA www.ficciografias.com https://www.ama