Elecciones norteamericanas y movimiento Provida

Alfonso Maldonado
5 min readNov 8, 2020

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Luego de una semana crucial y inédita, ésta vivida por el mundo, como si palpitase al unísono con los Estados Unidos, toca comenzar a sacar cuentas de la experiencia. Es cierto que, cuando escribo esto, todavía Trump es presidente y no ha reconocido la victoria de Biden. Por supuesto que un primer error sería contabilizar los hechos como “todo o nada”, porque la política es más compleja y los intereses de los políticos no siempre son los de la población.

Como se nos ha estado acostumbrando en el mundo electoral, la estrategia apoyada por las redes es la de buscar estimular la polarización. En esto la realidad venezolana tiene dos décadas de experiencia sobre el resto de las democracias. Así que de lo político se salta a lo apocalíptico, con la movilización de emociones y sentimientos (que son polarizantes para el cerebro humano) como amor/odio o esperanza/miedo. Como batalla final, una especie de Armagedón. O sea, un planteamiento tal de “o todo o nada”, cielo o infierno, apropiado para la movilización en favor de las cruzadas, o las arengas del mundo o el deporte, antes de la gran final, sea este en la cancha o el campo de batalla.

El secuestro de la causa Provida

El asunto es que el movimiento Provida de alguna manera necesitaba la victoria de Donald Trump. Por eso es por lo que se me asemeja a un secuestro. Al final es estar casado con una serie de ambigüedades, como puede ser el estilo personalista y locuaz del actual inquilino de la Casa Blanca. Alguien que amenazaba a diestra y siniestra, quizás porque así le ha dado resultado en el mundo empresarial.

Tal casamiento, por coyuntural y estratégico que fuese, resulta de por sí lamentable, y una confesión de debilidad. No quiero negar los avances de los últimos años hayan ocurrido en el periodo presidencial de Donald Trump. Pero al apoyarse principalmente en una persona, hace depender de que esa persona esté en el poder. Si desaparece, sea por perder las elecciones o cualquier causa sobrevenida, los avances se transforman en retrocesos.

Por supuesto que Trump gana hace cuatro años dirigiendo sus discursos a las poblaciones que habían resultado las grandes marginadas de la globalización económica y los distintos tratados. No se puede entender su triunfo sino como desconfianza en el establishment político de ambos partidos. Pero tampoco puede entenderse el triunfo de Obama del 2008 de otra forma. Por lo que ha habido un agotamiento de las clases políticas que ha seguido en declive.

Trump comenzó a exhibir puntos débiles en el último año. Es cierto que su manera de remontar las encuestas es un material digno de estudio. Igual que dudo que la consolidación de Biden como opción a la presidencia hubiera ocurrido sin la participación activa y carismática de Barak Obama.

El río revuelto de la política norteamericana

Pero la política norteamericana tiene mucho que aclarar puertas adentro: si bien Trump nunca ha presentado el soporte del pago de sus impuestos: el manejo comunicacional del COVID-19 no estuvo a la altura (al final el COVID-19 le sirvió para evitar un segundo debate con Joe Biden); el muro con México tiene sus costuras sueltas y la política en contra de los llamados dreamers, así como la deportación de inmigrantes ilegales; y fue por lo menos ambigua la posición de la Casa Blanca de cara al caso de muerte por violencia policía del afroamericano George Floyd y otros (que complica el tema de la radicalización de las protestas y vandalismo). A lo que se podría añadir las confusas afirmaciones sobre el trato hacia la mujer, que se le indilgaron en la anterior campaña electoral.

También los demócratas tienen otras cuentas que aclarar. Hay correos que han comprometido a Hillary Clinton con exposición a la seguridad nacional. Además del tipo de relación de ella y su esposo con el pederasta Epstein debería investigarse (véase el documental Jeffrey Epstein: Filthy Rich). Joe Biden tiene encima una acusación sobre lo que llamaría “tráfico de influencias” ante el gobierno de Ucrania y a favor de su hijo (El FBI se suma a investigar por corrupción al hijo de Biden). Y, es cierto que Obama sale casi indemne, pero me queda la pregunta sobre cómo pudo obtener el premio nobel de la paz, en el 2009, por una promesa y no por hechos consumados ( BBC, Barack Obama, el premio Nobel de la Paz que se convirtió en el primer presidente de EE.UU. en pasar sus dos periodos completos sin un solo día sin guerra). El mismo portal mexicano de Jornada, de tendencia de izquierda, lo reseñaba en su momento (La corrupción de los premios Nobel). Y años después se hacía público el escándalo en los premio Nobel de Literatura que puso la lupa sobre la Academia Sueca, si bien el de la Paz es escogido por otro Comité, el noruego (Opinión: Urge una reforma para salvar el Nobel de Literatura).

En este laberinto se encuentra el movimiento Provida, en un “o todo o nada”. Porque Trump aparece como el evangélico conservador que asume la bandera del movimiento, recorta apoyos a Planned Parenthood y consigue que lleguen a la Corte Suprema dos jueces provida (que no garantiza decisiones parcializadas, sino que evitan decisiones tendenciosas).

Dentro de este panorama Joe Biden se arma con una candidata a la vicepresidencia que es proaborto, Kalama Harris. Aunque él busca exhibirse como persona religiosa (es católico, pero favoreciendo a Catholics for Choice, Católicos por el derecho a escoger, en el tema del aborto) que cita al papa Francisco en relación con Fratelli tutti. Así que tanto la agenda a favor del aborto, clínicas de reproducción asistida como la extensión de la eutanasia y el suicidio asistido es lo que teme el movimiento Provida. Además de la difusión de la ideología de género (que es distinto a la consideración de los derechos que pueden tener y esperar ser reconocidos por las minorías de tendencias sexuales diversas), como la única manera de pensar de un asunto tan complejo como la inclinación sexual (lo que se ha llamado la dictadura del pensamiento único). Es decir, lo que está en juego es la imposición de una forma de pensar, a partir de unos presupuestos que deben ser acatados de antemano, como si fueran evidencias, cuando no llegan ni a ciencia ni a dogma. Lo propio es construir el pensamiento a partir de la evidencia constatable científicamente. Al final eso ha sido lo que nos ha traído hasta el siglo XXI.

Pero el movimiento Provida debe ser eso: movimiento que mueve y se mueve

Pero el movimiento Provida tiene que replantearse varios asuntos. Aunque le toque nadar contracorriente, como los salmones americanos van río arriba para desovar. En ese proceso es que se puede ser fecundo. Por importante que pueda ser tener un político a favor, nada suple la tarea de ganarse las conciencias de una sociedad. No es fácil, porque los mismos medios de comunicación no ayudan. Pero el movimiento Provida debe ser eso: movimiento que mueve y se mueve. De lo contrario será una organización de membresía pero sin incidencias.

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Escritor. Enseñante de teología. Locutor. Fotografo. Defensor de los DDHH. Y, last but not least, sacerdote. VENEZUELA www.ficciografias.com https://www.ama

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