En busca de un sistema

Alfonso Maldonado
10 min readNov 8, 2019

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Escribo una vez más en la oscuridad. Solo que la oscuridad física, esa que es producto de la falta de inversión y mantenimiento del sistema eléctrico nacional, sirve de símbolo y metáfora de la oscuridad en Venezuela, que pareciera querer propagarse como mancha bituminosa de petróleo por el resto del continente.

¿La espada de Bolívar “camina” por el continente?

Si bien los alardes del Régimen suelen rayar en bravuconadas, sería inocente no considerar la actual situación como un plan premeditado y calculado, teniendo en cuenta tiempos electorales y errores políticos. Condiciones objetivas y frustración sin canales para drenar y, mucho menos, para incidir. Es cierto que ha habido importantes manifestaciones en contra de comentarios y manejos en Puerto Rico, que llevaron a que el gobernador y su equipo dimitiesen. Pero algo pasó en Perú. Luego se convulsionó la sociedad ecuatoriana. Hubo elecciones con toda la apariencia de amañadas en Bolivia (¿por qué Evo, que no acató la decisión del referéndum que negó la modificación de la reelección en Bolivia, iba a aceptar perder unas elecciones, cuando ha contado con la solidaridad y asesoramiento de la experiencia venezolana, amigos incondicionales y maestra en estas lides?). Era más que esperada la derrota de Macri en Argentina. Y Chile está conmoviéndose en sus fundamentos… Se salva Brasil, por lo que todavía se debe aclarar si el incidente del derrame petrolero del tanquero griego, que provenía de Venezuela, fue un accidente, sin negar a priori la posibilidad de intencionalidad. Las playas brasileñas son una importante atracción turística y seguro que una sustanciosa fuente de divisas para dicho país. Si no les importa a los de Venezuela la salud ecológica del planeta, por lo que están arrasando el Amazonas con el llamado Arco Minero del Orinoco ¿por qué les va a importar unos cuantos “pececitos”?

Es cierto que no todo puede tratarse de un complot, más cuando parecía que estaba de capa caída el Foro de São Paulo. Pero tampoco pareciera plausible creer que los partidos radicales de izquierda y de extrema izquierda hayan olvidado sus viejas mañas y aspiraciones. Es dogma para ellos la creencia en el fatalismo del sistema capitalista en base a sus propias contradicciones intrínsecas y consustanciales a dicho sistema. La misma aspiración cubana de exportar la revolución, aun con ropajes de teología de la liberación, una forma bastante obtusa de dejarse manipular ideológicamente (me refiero a los teólogos que, supuestamente, sabían qué estaban escribiendo).

Pero la máquina de dinero, que podía mover esto, era Venezuela. Se dice que Hugo Chávez estuvo planificando el golpe militar del 4 de febrero de 1992 a lo largo de unos cuantos años (¿15? ¿20 años?) ¿Por qué no considerar que, durante ese tiempo y el que estuvo en la presidencia, no estuvo pensando en expandirse por los medios que fueran? ¿Por qué no pensar que todas esas giras y dádivas eran solo la cara visible de algo que se encondía más a fondo? ¿Acaso no era una manera muy suya de emular la hazaña bolivariana, como sentirse otro Simón Bolívar liberando América Latina? Porque es difícil considerar capaces de urdir un plan de este tamaño al grupo de ineptos (con alguna excepción) que dirigen los destinos del país. Los nexos con la guerrilla colombiana y los radicales islámicos no tenían que ser solo por afinidad, sino por ambición… sin olvidar a Cuba.

Lo cierto es que hay toda una orquestación, que no cede, que está más allá del convencimiento ideológico de un tamaño plan. Pero, por supuesto, resulta fascinante, para quienes han estado detrás del diseño, el poder manejar las emociones y conductas con una habilidad tal que la hace digna de una mención a la experimentación social. Razones no muy profundas sino básicas, como era la estrategia de Guzmán Blanco de manejar las pasiones más que las razones, y que Hugo Chávez lo supo usar a su antojo… Por lo que no dudo que estamos asistiendo a las exequias de la distopía marxista.

El deus ex-machina de la Revolución

Puede que tardemos algunos años, a lo sumo un par de décadas, sin los disparates continentales tuvieran éxito (que es mucho tiempo, para la vida de los mortales, si bien no tanto para la totalidad de la historia), pero si este experimento lo está llevando adelante radicales de izquierda, deben ser de una raza distinta como para no sucumbir al desastre que se vive en Venezuela. O sea, en caso de que sus planes se lleven a cabo, en un tiempo más corto que el de Venezuela, pues no se tiene el bombeo petrolero, la nave de la utopía socialista, me refiero a esa que se decanta con convencimiento en cualquier tipo de totalitarismo, comenzará a hacer agua… Las sociedades desiguales pero pujantes, al pasar a un sistema controlado, déspota y corrupto, se debilitarán haciendo de la pobreza su denominador común para la gran masa ciudadana, sin piso para mantener el privilegio de las élites en el poder. Y, tocando fondo, no podrán mirar a los lados y echar con persuasión la culpa a los imperios de todos los tiempos, de las propias calamidades que tienen el sello propio.

Para esto es necesario, como lo he expresado en más de una ocasión, liberar a la justicia del secuestro de la izquierda radical

Este sombrío panorama debe, sin embargo, sortear una trampa. Una trampa que debe sortear toda la sociedad, más allá de los propios intereses o las posturas políticas que vayan a quedar en pie. No se trata del triunfo del mercado como ideología, eso que se llama capitalismo. No en cuanto a sistema económico sino como la regla que rige las relaciones políticas y sociales en su conjunto. O sea, yo no dudo de la sanidad del mercado y de un mercado lo más libre posible. Pero discrepo que se considere al Estado, por calamitoso que pueda ser, a verse amordazado de actuar con la lucidez de análisis previos y transparentes. Creo que un margen de oscilación debe haber en el juego político, más si vamos a llamarlo “democracia”. Creo en los diagnósticos que anteceden a los tratamientos, bien que toda la sociedad debe estar lo más al tanto posible de cualquier implicación. Por lo que, una sociedad que quiera mantenerse en pie, debe cultivar una educación crítica, no doctrinaria ni ideologizante, y una responsabilidad solidaria aunque diferenciada, como para actuar y ser vigilantes como ciudadanos.

Para esto es necesario, como lo he expresado en más de una ocasión, liberar a la justicia del secuestro de la izquierda radical. Optar por la justicia no puede transformarse en sinónimo de enrolarse con pensamientos beligerantes, extremistas y dogmáticos de la izquierda más radical y combativa, la que no duda en expresarse en lucha de clases y tácticas guerrilleras con el resto de la sociedad como el enemigo a someter. Para ello hay que entender muy bien sus cadenas ideológicas, que sitúan a esta dentro de un escenario convenientemente elaborado. O sea, la justicia, que viene ligada a la igualdad (no siempre a la equidad, en sus propuestas), es la consecuencia de las fuerzas históricas de opresión entre las clases, donde unos privilegiados han fundado sus privilegios sobre la miseria social. Como se trata de fuerzas históricas, habría que pensar de inmediato en Zeus y los titanes: hay que doblegarlos hasta que queden atrapados en el Tártaro para toda la eternidad. La lucha es, por lo tanto, épica, como las tragedias griegas.

Tal planteamiento, en una concepción que ha eliminado la categoría de Dios para cualquier explicación o planteamiento, es liberarse de los condicionamientos sociales (que suena a conductismo) que permitiesen al ser humano relacionarse entre sí y con la naturaleza sin la ambición del poder y dominio (que se obtienen por el control de los medios de producción y el control ideológico de la sociedad) ¡Perfecto! Para decirlo en términos míticos, puesto que dentro de la mitología nos encontramos, es volver a la inocencia original. En términos teológicos, volver al estado de gracia antes del primer pecado, por el que entró la maldad en el mundo y en la historia… Cuestión que, supongo, no convenza a ningún teólogo, pero tampoco creo que habrá algún psicólogo que considere que las fuerzas internas que emergen de la naturaleza humana, del inconsciente, esas que teorizó Freud como Eros y Tánatos, vayan a perder vigencia… Un mundo sin maldad ni psicópatas, donde la criminalística servirá para asesorar a guionistas de cine en su encomiable tarea entretener a las aburridas masas.

Ciertamente que raya en lo ridículo ciertas concepciones. Pero, para expresarlo teológicamente, considerando a la teología no como una ideología sino, para el creyente, una forma de expresar una realidad más profunda, tal cosa implica la negación del pecado original y sus consecuencias. Estoy de acuerdo que hago alusión a un mito, pero que Karl Rahner calificaba de histórico: no es un símbolo, sino que, expresado en dichas categorías, quiere señalar tanto un inicio, en algún momento, como también un presente. O sea, la inclinación al mal es una constante posibilidad, y a veces fascinación, para el ser humano. Esto último es constatable sin necesidad de mayores pruebas. Lo que pretendo decir es que la teología y, por lo tanto, cualquier creyente coherente con su Fe, no va a tragarse el exabrupto que el mal puede superarse definitivamente en esta vida, sin otra razón que porque sí. Puesto que ningún sistema va a ser, por sí mismo, inmaculado. No se predica de la Iglesia el que sea inmaculada (sí se dice que santa, pero por la presencia del Espíritu Santo, especialmente en sus sacramentos), menos en relación con cualquier sistema político.

…está la suplantación que el Estado hace del lugar exclusivo de Dios…

Pero, dentro de este florilegio de ingenuidades, está la suplantación que el Estado hace del lugar exclusivo de Dios. O sea, el que un no creyente niegue la existencia de Dios es algo comprensible, por más que en mi caso sea creyente y sostenga lo contrario. Es que Dios rehúye cualquier constatación empírica o positivista como medida para probar su existencia. Así que, para alguien que solo considere como verdadero lo que puede probarse por este medio, la existencia de Dios es más que discutible. Y la del amor, la libertad y tantas otras, pues el método experimental es riguroso y no concede facilidades… pero la gente prefiere sorber el café sin dudar que sea café antes de probarlo, o añadirle azúcar sin hacer pasar a cada grano por un protocolo exhaustivo, para asegurarse que no contiene cianuro, antes de disolverlo. Así que la vida está repleta de pequeños actos fe, por más que algunos no consigan llegar al definitivo.

Lo curioso y contradictorio no es que se niegue la existencia de Dios, sino que, en vez de sucumbir a un lógico escepticismo, el Estado es propuesto como su reemplazo. Él sí va a conseguir lo que el Dios predicado por los cristianos no ha conseguido. O la razón racionalista de la Ilustración y la Revolución francesa. Puede que el futuro auspiciado sea el de una especie de fraternidad… que muere y nace, sin eternidad. Pero el Estado es el que, en la actualidad, según la propuesta marxista, se ocupa de ordenar y corregir los desmanes de la ambición capitalista y cualquier otra distorsión humana. De hecho, por ejemplo, la propiedad común desplaza a la propiedad privada. Ya todo es de todos. Pero ¿quién lo va a administrar en nombre de todos y, por lo tanto, con la máxima justicia? El Estado.

Como si fuera un artilugio medieval, el Estado es movido por siniestros enanillos que maniobran entre las escondidas estructuras para el asombro de los visitantes de la feria. Se alude a él como si se tratase de un ser dotado de autonomía, ajeno a la condición humana, e infalible, por supuesto. Alguien ante quien todos somos iguales, y de esa forma va a fallar con justicia y sin inclinación. El sueño de justicia una vez por todas realizado. Por lo menos hasta que se inventó la inteligencia artificial y la fantasía de la ciencia ficción considera delegar estas funciones a la máquina.

Dejar atrás el mundo mitológico nos debe llevar a una concepción más modesta y dinámica

La falla, por supuesto, es dejar por fuera de la ecuación el elemento humano (que también participaría en la programación de un sustituto cibernético). El artefacto se mueve porque hay hombres, es decir, seres humanos, que mueven las palancas para que tal cosa camine. El divino estado descubre su auténtico rostro como el de un ídolo de la antigüedad: “Plata y oro son sus ídolos, obra de mano de hombre. Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no huelen. Tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, ni un solo susurro en su garganta. Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza.” (Salmo 115, 4–8).

Dejar atrás el mundo mitológico nos debe llevar a una concepción más modesta y dinámica. Las etapas de la historia, excepto que nos refiramos a los avances científico y tecnológicos, no están superados una vez para siempre. Cada generación debe ser garante de su opción por el bien y por la convivencia. Las instituciones no aseguran de antemano la pulcritud de la rendición de cuentas a futuro. Nadie puede aspirar a una situación beatifica aquí en la tierra. Ni el creyente ni el no creyente. Lo cual no niega ni el progreso ni el deseo y esfuerzo por una vida digna.

Esa especie de situación de equilibrio inestable, como postula la física para ciertas situaciones, donde hay un juego de balanzas y contrabalanzas, está por descubrirse. De momento intentemos liberar a la justicia de su secuestro, como para poder desprendernos de totalitarismos decimonónicos. El resto está por hacerse.

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Alfonso Maldonado
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Escritor. Enseñante de teología. Locutor. Fotografo. Defensor de los DDHH. Y, last but not least, sacerdote. VENEZUELA www.ficciografias.com https://www.ama

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