Parroquias digitales en tiempos del Coronavirus

Alfonso Maldonado
9 min readMar 30, 2020

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Uno de los puntos peculiares de esta crisis del Coronavirus, en cuento a la vida de la Iglesia en Cuaresma y cuarentena, es como conservar su presencia y dinamismo. Es claro que en las zonas donde los números de la pandemia están por las nubes, la posibilidad de imaginación y maniobra son menores. Pero, en fin, algunas cosas se pueden hacer.

Sin negarme a otras alternativas, están las posibilidades que ofrecen los medios digitales. Lo que es Internet nos ha permitido sentir que el mundo es una aldea. Lamentablemente la pandemia también. Por lo que ahora el reto es emigrar, aunque sea de momento, al mundo digital de internet y del 2.0. Sin negar el uso de la radio y la TV, que también tienen que inventarse. Emigrar de momento, para que luego se reubique en el lugar justo dentro de la pastoral parroquial.

Una primera curiosidad en estos momentos es que los medios que me conectan en simultáneo con el Ángelus en el Vaticano o con agencia de noticias católicas o EWTN, por no considerar la oferta que se puede encontrar por YouTube, son los medios que necesitamos para conectarnos con las personas que acudían a la parroquia una vez a la semana o un poco más. Una escena curiosa: la de los grupos de adolescentes o jóvenes reunidos, cada uno compartiendo con su celular y amigos virtuales. No así, claro, pero casi que eso sirvió de simulacro.

Sin embargo, si no se hace algunas consideraciones, se puede terminar en una enorme confusión: ¿cuál es el objetivo en estos momentos? ¿qué se pretende? ¿para qué? ¿qué puedo conseguir? ¿cómo “medir” el impacto que se está causando? ¿peor es nada? O ¿cómo puedo “competir” contra esos gigantes, en tecnología y recursos? ¿No es mejor que la gente simplemente se conecte, por ejemplo, con la misa del Papa que con la de su parroquia por streaming? Voy a intentar proponer algunas reflexiones, que no tienen por qué ser las definitivas.

REFLEXIÓN TEOLÓGICA

El problema es qué es la parroquia. O, mejor dicho, cuál es la naturaleza de la parroquia, que no es otra cosa que preguntarnos por su identidad. No es una pregunta teórica sino muy práctica. Práctica e intuitiva.

Para algunas parroquias su identidad está circunscrita a lo que el papa Francisco ha llamado en la Evangelii Gaudium, una pastoral de la conservación (celebraciones eucarísticas, exposición del Santísimo, bautismos y alguna que otra cosa -grupos semanales, rosarios, procesiones). Son prácticas dirigidas, para usar un término irreverente pero ligado a la comunicación, a los “consumidores habituales” o al “público cautivo”. Lo que el Papa dice de hacerle rizos a la oveja de siempre y conformarnos con eso.

Para estas puede ser forzado. Incluso pueden entender que su “oferta” digital sea un sucedáneo de lo que se estaba haciendo y se quiere hacer. O sea, acercar digitalmente las celebraciones, con las limitaciones del caso: no se puede asistir a una procesión por televisión, en cuanto no se puede caminar. Y se puede correr el riesgo de “participar” de la Eucaristía desde la comodidad no solo del hogar, sino del cuarto, la cama y el pijama, sin estar enfermos.

Retomar el misterio de la Iglesia desde una Eclesiología de la comunión, inhabitada, por tanto, por el Espíritu Santo

Hay desafíos que, por supuesto, van a mantener toda su vigencia, en estos tiempos de distanciamiento social y cuarentena. Pienso en los bautizos y celebraciones de matrimonio. Sino en las celebraciones de matrimonio, de personas que quieran y puedan santificar su hogar. O sea, que llevan un buen tiempo conviviendo juntos, quizás hasta con hijos, y al final, por proceso personal o por lo que el Coronavirus hace que se reflexione, quisieran casarse por la Iglesia. No sé si exista la posibilidad de celebración de bautizos o matrimonios por “internet” de la manera tradicional. Pero a la Iglesia (me refiero a los responsables de dar las orientaciones del caso, en unión con el Papa), deben pasearse por la posibilidad de que un laico autorizado, por lo tanto en conexión con la parroquia, pudiese celebrar bautizo y hasta presenciar matrimonios. Es una práctica que se sigue para los sitios recónditos, en zona de misión. Además que, por ejemplo, en la Edad Media había varias formas de celebrar el matrimonio, solo que no se registraban y ello produjo graves desórdenes. Como digo, esto sin preguntarnos por el alcance sacramental de las celebraciones a través de los medios modernos, que incluso cuando pueden ser bidireccionales: ¿no podría alguien que esté en África leer una de las lecturas dominicales y que esta se viese en la plaza San Pedro?). Aun siendo válida esta “oferta” (es una propuesta), pero, no uso el término para referirme a la capacidad de monetización de la misma, sino que compite con otras alternativas igualmente razonables. Por lo tanto, lo primero es preguntarnos por la identidad (o la naturaleza de la parroquia o comunidades afines).

La naturaleza de la Iglesia (y, por lo tanto, de las parroquias), es la Comunión. Una comunión que es Divina y humana y que es, al mismo tiempo, misionera (Iglesia en salida, según la terminología del papa Francisco, EG 15). Si bien es cierto que la Liturgia es la cumbre y fuente a la que tiende la actividad de la Iglesia (SC 10) que la Eucaristía es ‘fuente y cima de toda la vida cristiana’ (LG 11), hay que valorarlo como lugar donde acontece el Misterio Trinitario en la mismísima persona de Jesús (Jn 1,51). Aun cuando el CIC de 1917 la incluya dentro del Libro Tercero, sobre las cosas (De rebus) de la Iglesia, el de 1982 lo enmarca dentro del libro IV, sobre “La función de santificar de la Iglesia”. Por lo que una consideración como la siguiente no está demás: es cumbre no porque sea la cosa más sagrada, sino porque allí podemos conseguirnos con el Jesús de los Evangelios, puerta del cielo y Camino, Verdad y Vida. Al final es Panis Viator (pan del caminante), como el Maná, porque con toda su majestuosidad forma parte, sin embargo, de la economía salvífica, se enmarca en lo que el Código llama, como se dijo, la función de santificar de la Iglesia (que se termina una vez que estemos en el cielo). Por supuesto que esta Majestad puede ser opacada como cuando la desarticulamos del Evangelio y hacemos de esta presencia una presencia muda. Al final se ha reducido la Eucaristía a la categoría de los talismanes: un objeto mágico en vez de una Presencia salvífica y cuestionante, puesto que santifica, por lo que mueve a conversión.

Retomar el misterio de la Iglesia desde una Eclesiología de la comunión, inhabitada, por tanto, por el Espíritu Santo, ayuda a poner en su lugar las diferentes piezas. Si bien se comienza por el misterio trinitario revelado y accesible en Cristo Jesús, en ese misterio de comunión están incluidos los hermanos y, por tanto, los ministerios. O sea, sé es Pueblo de Dios en camino. Y misionero. Esa es la Iglesia una, santa, católica y apostólica.

Lo que se dice de la Iglesia es equivalente, mutante mutandis, a lo que pueda decirse de las parroquias, comunidades afines y pequeñas comunidades. En ellas deben existir las notas de comunión con la Iglesia universal, como lo recordaba Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi 58. Por lo que el primer objetivo de los nuevos recursos tecnológicos, más en estos tiempos, es mantener la comunión. Si se quiere especificar de esta forma, la comunión tanto horizontal como vertical. Es cierto que un primer paso pueda ser el ofrecer los servicios litúrgicos vía on line. Pero la parroquia no solo tiene una dimensión celebrativa, sino también Evangelizadora y/o misionera, de Koinonía (o comunión) y diaconal o servidora. La creatividad pastoral debe direccionarse hacia estas dimensiones. Para que estos aspectos se puedan conservar lo mejor posible en estos tiempos de crisis pandémica.

Sin ánimo de ser exhaustivo, en esta lógica hay dos elementos que me parece importante destacar:

- La comunión no es solo de los feligreses hacia el párroco, en el sentido del párroco emite contenidos y los demás consumen. Por supuesto que alimentar al Pueblo de Dios con las riquezas de la Palabra de Dios es importante y forma parte del ministerio sacerdotal. Incluso, es una manera de cohesionar a la comunidad es alrededor del párroco, que tiene roles que se podrían asemejar a los de un líder… o de ser signo y facilitador de la Comunión (que no es de antemano complaciente, sino fiel al misterio de Dios y a la Revelación, pero sin arrogancias, sino como auténtico servidor). Pero igualmente es importante escuchar, permitir la comunicación, inclusive la comunicación dentro de la misma comunidad. Incluye, a la hora de decidir o cavilar sobre lo que se puede hacer, la conveniencia de tener en cuenta las necesidades que transmite y se percibe de parte de la comunidad…

- Lo otro, es que la comunidad es más que el párroco. Ello significa que es conveniente crear dinámicas en que exista el intercambio entre miembros de la comunidad, o donde puedan participar también los líderes natos de ella. O sea, los necesarios y convenientes liderazgos y servicios no deben verse mermados en esta etapa, sino que deben conservar también su espacio.

- Finalmente, muchas parroquias no tienen su página de Internet u otras opciones. Sería de utilidad, para mostrar las opciones que tienen, las cuentas de las parroquias, los horarios, así como las recomendaciones, casi que “a la carta”, que haga el párroco…

TIPS PRÁCTICOS

Terminaría con una recomendación bien práctica. En este tiempo de parroquias virtuales, con servicios que se puedan desarrollar on line y por las plataformas 2.0, una inversión de los párrocos (donde haya recursos, porque en Venezuela estamos bien limitados) es a conectar los sistemas de sonido de las celebraciones con los dispositivos que se vayan a usar para las transmisiones, para mejorar dicha calidad; el sistema de iluminación debe mejorar y direccionarse para que produzca el efecto deseado (no sombras duras que transmitan un anuncio lúgubre sino esperanzador); una sobria pero clara gesticulación no litúrgica, como pueden ser los gestos de la cara o el movimiento de las manos (no sobreactuados). La inclusión de la música sea que la misa salga en vivo (streaming) o diferido y se pueda editar. En caso de que la autoridad eclesial lo permite, cierta participación on line en lecturas y peticiones.

Las funciones del despacho parroquial igual deben adecuarse. Considero que, así como en los documentos legales y comerciales en ciertos países, los documentos digitalizados tienen valor, también debe caminarse hacia ello. El despacho parroquia podría tener varias alternativas para salir al paso de las necesidades de la gente. El secretario o la secretaria deberá trabajar desde la casa. Supongo que trabajando de manera remota para que los archivos queden en el sistema operativo de la Parroquia.

Finalmente, sin entrar en toda la parte de catequesis (que puede desbordar mis capacidades al no tener a mano los intríngulis), el párroco podría considerar que su parroquia es algo así como un inmenso estudio de grabación (aunque puede transmitirse sonido sin imágenes): con una iluminación que sea movible (si hiciera falta) y cuidando el sonido, puede aprovechar los distintos rincones como si fueran sets de televisión. Inclusive buscar un sitio, que puede adecuar con objetos que creen el escenario (o la utilería para la escenografía), como para enviar mensajes, exhortaciones o catequesis a la comunidad.

Supongo que en la medida en que se valoren las distintas posibilidades que ofrece el mundo digital, la Iglesia saldrá renovada, aunque vuelva a su vida normal. La creatividad de laicos y sacerdotes se potenciará y, seguramente, algún tipo de prudente normativa, que no apague el Espíritu, habrá que redactar por parte de la autoridad eclesial.

Esto no es una reflexión acabada. Solo es una propuesta de comienzo…

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Alfonso Maldonado
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Escritor. Enseñante de teología. Locutor. Fotografo. Defensor de los DDHH. Y, last but not least, sacerdote. VENEZUELA www.ficciografias.com https://www.ama

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